Cuando éramos chiquiticos nos hicieron aprender un poema
de Espronceda, La canción del pirata.
Molaba mucho, porque era un pirata como Sandokan y todo eso.
Luego descubrí que lo que tenía por un poema infantil era
en realidad un canto a la anarquía. Pero, como dice Wyoming, “eso no interesa a
los españoles”.
Otro día descubrí (parezco Colón, tanto descubrir, coñe)
que había un grupo de heavy-moñas que había hecho una versión (con sus
guitarricas, su batería y toda la pesca) que mola un huevo y parte del otro.
—¿Y a mí
qué cojones me importa todo eso? ¡Abreviaaaaa!
—No tan
raudo, maese Meriadoc, que ahora lo cuento.
Pues hete aquí que en un momento de introspección (en mi
caso suele ser leyendo un tebeo mientras cago o, en su defecto, la etiqueta del
champú) se me ocurrió que no tenía ganas de escribir, así que me dije:
—“¿Por qué no coges algo que
ya esté escrito y lo tuneas un poco?”.
Así que por eso, porque es un poema con canción heavy, porque
me sé la letra y porque es fácil de rimar (y básicamente porque me da la gana),
aquí está
la canción y después el tuneo de la letra.
Con el fútbol sala por banda,
el baloncesto se la pela,
pasó la EGB este baranda,
hecho todo un figurín.
A este buen chaval lo llaman,
por su bravura, Peligro,
y es en todo bar conocido,
del Pilar a San Fermín.
La Topera se queda en vela,
en Zaragoza gime el cierzo,
porque él se planta en un momento,
entre Lima y Abancay.
Y está el capitán Peligro
cantando alegre con la tropa,
porque siente, porque nota,
que lo quieren un cojón.
Construye rápido, jodío.
Sin temor, que ni viento ni frío,
ni presupuesto, ni tardanza,
tu regreso a torcer alcanza.
¡Mucha suerte, copón!